Es probable que cada noche te vea a lo lejos en el mismo lugar en el que yo estoy. Te miro, te observo y no te saludo. Cuando me ves mirando, giro la cabeza sigo a lo mio y disumulo. Probablemente seas buena gente, se nota cuando hablas y tratas con amigos. Quizas haya pasado el momento de entrablar una conversación. Lo mismo ya es tarde. Lo lamento porque, como ya escribí antes, no pareces mala persona. Sigo sin encontrar el momento, el hueco, esa fracción de segundo para incorporarme a una conversación y, como dice la cancion, volver a aprender el nombre de las cosas, a aprender lo necesario, a aprender del bosque de tu alegría y de manos de tu sereno misterio. Aprender que se puede prescindir de lo inutil que nada es precario, aprender del brillo de tus ojos y disfrutar del tiempo lento y cuatro cosas útiles de tu gesto cierto.
Se acaba el verano y seguimos igual. Te sigo viendo en cada calle, cada acera, cada esquina, cada sueño. Cada antro, cada bar, cada sitio, cada banco. Veo que se tiene que acabar el sufrir y el lamentar. No se puede vivir así.
Me distraigo, miro a las nubes, viajo, voy de aquí para alla y bajo la cabeza para seguir pensando que la tierra es en el lugar en que mejor puedo estar, contemplando. Viendo pasar las horas, mirando al Sol que cae, la Luna que se levanta despues, de como el Sol, caerse cada mañana.
Así es.
PD: ha titulado mi amiga Malas Artes. ¡Gracias!
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Carlos Valle